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¿Qué hay detrás del ahorro energético?

Albert Grau, gerente de la Fundación La Casa que Ahorra

Con la celebración del Día Mundial del Ahorro de Energía el 21 de octubre, son muchas las voces que reclaman medidas reales y accesibles. A su vez, gobiernos, instituciones, organismos, asociaciones… continúan con su lucha para sensibilizar al ciudadano sobre el elevado gasto en energía y, por tanto, sobre la necesidad de reducir su consumo. Porque no olvidemos que ello implica un gran uso de recursos naturales finitos y la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, con los graves efectos medioambientales que todos conocemos.

Cuando se intentó activar a la ciudadanía como motor del cambio necesario, el slogan que se creyó que mejor calaría en la población fue ‘el ahorro en la factura de la vivienda’ que, aun siendo totalmente cierto, se ha mostrado insuficiente, pues en demasiados casos el ahorro en la factura sólo lo entiende como el “no consumo” (y asociado a pérdida de calidad de vida), en lugar de enfocarse en el uso eficiente de la energía. No nos engañemos, el ciudadano es un receptor pasivo de información y por sí mismo no liderará el solo este proceso con tan pobre información.

Pensemos un poco en ¿qué hay detrás del ahorro energético del que tanto nos hablan? No es tanto gastar menos y reducir la factura, como  comprender otras consecuencias colaterales. Lo ilustro con un ejemplo concreto. El pasado 13 de octubre se celebró en Bruselas la sexta edición del Renovate Europe Day (REDay) con la asistencia de más de 100 participantes procedentes de distintos países europeos. Durante este encuentro se prestó una especial atención a la consecución real de un parque de viviendas NZEB (Nearly Zero Energy Buildings) en el año 2050. Desde la Fundación La Casa que Ahorra, como miembros  de Renovate Europe, nos queremos hacer eco de las conclusiones de este foro que merecen alguna  reflexión.

Los países europeos están trabajando con mayor o menor intensidad en la implementación de estas viviendas NZEB en base a unas recomendaciones y Directivas ya existentes, pero sería deseable que se avanzara con mayor rapidez en la concreción de los requisitos. Así la adaptación a este nuevo modelo podría implantarse de forma gradual y hacernos a todos partícipes de estas nuevas exigencias.

Pero no sólo debemos construir nuevos edificios con pocas necesidades energéticas. La gran realidad es que actualmente más del 80% de la población que reside en zonas urbanas, lo hace en un parque inmobiliario que demanda un elevado consumo de energía para acceder a los estándares de confort y calidad de vida. Gran parte de nosotros vivimos en edificios que son grandes sumideros de energía, pero no hacemos nada para remediarlo. Ni tan sólo buscamos o esperamos ayuda, pues ya lo hemos interiorizado como un mal menor. Y finalmente, si estos edificios no se adaptan a criterios de baja demanda energética mediante las rehabilitaciones adecuadas, no hará falta que se construyan edificios nuevos extremadamente eficientes pues el efecto de éstos quedará diluido entre la ineficiencia global.

Al margen de los beneficios personales que nos aportarían estas viviendas -mejorando la calidad de vida y bienestar de sus habitantes, en otras palabras, incidiendo directamente en su salud-, hay todavía más, pues  se generaría un importante impulso económico, creación de pymes, mejora del índice de empleo, tanto con puestos directos como indirectos (p.e. industria asociada), reducción de costes sanitarios de la Admón, recaudación fiscal…, y sin obviar los beneficios que reportaría para nuestro planeta al ser más respetuosos con él.

Si volvemos a la pregunta inicial sobre ¿qué hay detrás del ahorro energético?, podríamos responder que o la sostenibilidad o el desastre, entendiendo como sostenibilidad no sólo la del planeta sino la del estilo de vida de sus habitantes además de la de una economía sólida como motor de este estado del bienestar que aspiramos a mantener. Trabajemos con energía para que nuestra huella ecológica transite hacia una sociedad más sostenible, y empecemos a ahorrar energía.